sábado, 22 de junio de 2013

ville du désir


Estoy contenta.  Me encanta Rosario en esta época. Lo amo.
Rosario son las personas y los colores.
Personas = saludos de la nada, y un interminable: "¿Todo bien?" "¡todo bien!", pero que más allá de su convencionalidad te levanta el viaje hasta el supermercado.
El sol pega en la piel de manera diferente, te da de comer. Y ahora que tengo mascota nueva la saco a pasear, mientras espero ver pasar a vecinos que nunca pasan, pero no me importa. Me entretengo con un chico gordito de remera negra y playera roja que me hace acordar a un compañero de la facu. Ayer ví cómo caía rocío desde dentro del bar de siempre, cuando cerré los ojos. Sentí al invierno por primera vez en el año. Fue lindo. Es que en Rosario hay un secreto que se llama Punk Rock. Para nosotros eso es igual a un vaso de birra y a nuevas generaciones musicales. Es igual a fiestas, amigos y recuerdos. Con sus cosas buenas y malas. Es felicidad y depresión mechadadas con sexo de los suburbios y drogas en casas de gente o ruinas de negocios fundidos. Es un "ya vengo", que tal vez significa "no voy a volver". Parece una pesadilla también,  pero terminamos riendo demasiado cuando no nos interesan mucho algunas historias y dejamos de lado el peso de la ciudad.

martes, 11 de junio de 2013

conexión

Cada vez que lo abre, encuentra una razón para sonreír. Se dice que la aventura está en el viaje y no en el puerto, y esa frase le sienta bien. Con una mueca casi perfecta, explora el mundo de la imaginación. Comienza así a visualizar un bosque, una luz, un reflejo, un capullo, abriendo lentamente y estallando vida. Y con las primeras frases derrama cristales y suspiros. No sabe todavía cómo están conjugados los verbos, tampoco se desespera por saber el final de la historia. Sólo sueña con los ojos abiertos, mientras las hojas se balancean entre manos ásperas y débiles, que se sienten protagonistas de ese relato perdido y anónimo, formando una ucronía casi perfecta, un universo paralelo, en donde en otro tiempo y espacio está tendida sobre el césped del paisaje eterno.
Interrumpida por el viento, y los pasos de un extraño personaje, casi todavía hipnotizada en aquel texto, inclinó su mirada hacia el ruido que la había distraído. Y allí estaba. En otro lugar. Rodeada del verde de un prado repleto de mariposas y árboles.
Cuando de repente se le acercó aquella figura de los sonidos. Descalzo, relajado y sorprendido.                  
- No le recomiendo el regreso, mencionó. Felicitaciones, encontró usted la puerta a la dimensión desconocida. Con sólo una palabra, vuelve a la vida de siempre. Trate de evitar por ahora el movimiento de sus labios, y recorra junto a mí el canal de Sautndèr. Es el nexo entre lo finito y lo infinito, y allí es donde se rompe la filosofía, donde todas las respuestas afloran y las preguntas desaparecen.
Sin respuesta necesaria, y sólo basada en el instinto de caminar porque así lo sintió, el paseo se emprendió, sin horas que pasaban y sin divisar huellas en el camino. Un gigante rayo blanco impedía abrir los ojos y detener la mirada. Allí estaban. Viendo la vida pasar, abriendo sus mentes y experimentando libertad, al fin. Sin decir nada, el uno al lado del otro, sentían lo mismo. Que debían unirse. Eso no daba explicación de ninguna ciencia ni teoría. Podía teñirse todo de oscuro,  no importaba. Los dos rozaban sus hombros, y sabían que sólo duraría un momento.
No hubo sonidos. Sin embargo él volvió a su historia, en alguna parte. Y ella lo cruza, todas las noches. Sin saber que se conectan en todos los espacios. Porque están formando parte del mismo cuento, Están leyendo exactamente la misma oración. Están visualizando la misma página. En los minutos correctos, en el mismo tiempo.