viernes, 21 de abril de 2017

reloj interior





Hay personas tan únicas como el espíritu que las pone en movimiento. Estamos hechos de historia. La otra vez leyendo a Kundera comprendí que los mecanismos de refugio de los malos momentos son atemporales, no hay regla general, como no hay regla para nada, y todo eso por culpa o gracia de la relatividad.
Me cuesta mucho pensar con firmeza algo cuando intento incorporar todas las variables posibles, porque ahí está la validez de las cosas. Después me doy cuenta de lo necesario que es un eje para girar y trato de volver a mis creencias. Sin dañar a nadie. Todo no se puede, oh.
Comprender la cantidad de posmodernidad de unos y otros es algo personal y complicado: algunos utilizamos una especie de máquina del tiempo y nos refugiamos en el pasado: a veces no tiene que ver con un pasado en el cual fuimos felices, sino con épocas idealizadas que, a lo medianoche en París, las amamos porque no la habitamos, sino quizás preferiríamos cambiar, por la misma desconformidad que nos tira a negar (un poquito) nuestro presente.
Y están los que trascienden todas las barreras para vivir en la meseta de la juventud, bancando y poniendo fichas en un futuro que avanza, y lo nuevo es bien recibido, el innovador se vuelve popular, y la belleza vuelve a subir a la superficie material.
Ninguna está bien o mal, no invito a ningún debate porque son perspectivas y cada formación histórica determinará que camino pudimos tomar.
Don Draper en la serie Mad Men me tiró la posta: El miedo siempre es mayor en la anticipación del evento. Será por eso que en nuestra máquina del tiempo no hay futuro?

Quiero creer que el chip de punk rock de mi cabeza todavía es la respuesta .

sábado, 15 de abril de 2017

aparece para recordar que puede olvidar





no hay explicación
en tu mirada.
mi sonrisa
a veces tiembla.
no hay razones
para tus palabras,
sólo salen
y no dicen nada.
Si pudiera
te amaría mil veces más.



martes, 4 de abril de 2017

intermitencia



Conversaciones con un amigo que está en España de gira con su guitarra: Yo le digo que debe ser hermoso todo lo que allá le pasa por los ojos. Me responde que eso le pasa cada vez que me ve a mí. Y nos reímos, es obvio que es una broma.
 A propósito, recuerdo aquel 2014 en el que como buena ingenua que suelo ser en casi todo, me anoté en un centro de flamenco con la excusa de obtener una beca para irme a cualquier rincón Andaluz, bailando. Después me di cuenta de que iba con chicas que hace desde que nacieron que se dedican a eso y todavía no lo lograron. Ahí me ubiqué. Al pedo, a Forest Gump le iba bien porque se lo proponía y ya. Maldita cabeza. No me frustré, al contrario. Me enamoré de los zapateos, ese año estuve muy enojada, así que fue una descarga muy buena y necesaria. También me gustaba ver la cara de Lorca mientras aprendía nuevos pasos en el espejo. Tengo imágenes surrealistas de momentos efímeros de la vida, que a veces lamento que sean tan efímeros. Después pienso y me encanta, siempre elijo tocar e irme, me gusta quedarme hasta aprender algo. Podría ser mucho más ambiciosa, ya lo sé. Ese peso de la mochila es el que viene cargadito de pasado, de preguntarme por qué no hice esto en vez de aquello, por qué no perduré en muchas cosas, por qué fui tan boluda. Mi parte instintiva me mantiene tranquila:  siempre tuve aguante con el amor. Estaba equivocada: creía que no dependía de mi, y, por suerte,  estoy enamorada todo el tiempo.